Como la imagen cinematográfica siempre resguarda interminables interpretaciones, sólo era cuestión de tiempo antes de retornar a los fundamentos plásticos, ideológicos y sociales de los archivos históricos. De entre tales, el de la Filmoteca de la UNAM en alianza con la Cinemateca de Bolonia, Italia, exhibió del 22 al 27 de octubre de 2019 una variopinta selección del cuidadoso trabajo de los restauradores y conservadores fílmicos que han conformado esta muestra internacional. Las salas de cine del Centro Cultural Universitario fueron el punto de encuentro; el ambiente, por la lucidez del evento, volvió cálida a las tardes frescas de los pedregales mesoamericanos entre café, pláticas amigables, libros y una extraña suerte de experiencia mental del color fílmico que, etérea y quizá debido a lo sugestivo de las artes de la restauración, nos hizo pensar, irónicamente, en lo vívido y actual de la historia del trepidante siglo XX. El púrpura y turquesa del blanco y negro bien pudo haber sido uno de los subtítulos de esta muestra, de la cual sus asistentes deberán esperar un año nuevo, según lo han anunciado sus organizadores, para repetir tan alegre concierto. De ese modo, la Filmoteca de la UNAM da cuenta no solamente de la labor de acopio que ha llevado a cabo esmeradamente en los últimos años, sino que se coloca como uno de los pilares más sólidos del arte contemporáneo, justificado tanto por el cuidado a detalle de las cintas y los tratamientos fotoquímicos de los que las películas han sido objeto por parte de la Escuela de Preservación y Restauración Fílmica realizada este año en México, como del hecho de que, para el asistente, las salas Julio Bracho, Carlos Monsiváis y José Revueltas se convirtieron también durante unos días en su conjunto en una auténtica instalación artística, no menos semejante de las que hoy se pueden visitar en muchos de los museos vivientes de la Ciudad de México. Ello lo demuestra la exhibición de la primera y segunda partes de la trilogía pergeñada por José Ramón Mikelajáuregui, La Historia en la Mirada y El Poder en la Mirada, de 2010 y 2018 respectivamente, la cual retrata el espíritu del tiempo de la Revolución Mexicana y que ha sido una de las series más representativas de la curaduría. Junto a ellas El Jeque Blanco de Federico Fellini, el programa de cortometrajes de Vittorio de Seta, Los Olvidados de Luis Buñuel y Assunta Spina de Francesa Bertini y Gustavo Serena, dieron cuenta de la lógica pluralidad de la muestra, la cual gravitó sobre todo en torno a la necesidad de exponer la memoria colectiva. Se cierra, de ese modo, la segunda edición de un círculo que empezó por la necesidad de restaurar el pasado —epitomizado por el tratamiento de los materiales fílmicos con las más destacadas herramientas tecnológicas— como se restaura el presente, por una parte, y que finalizó al hacer de esa mina de imágenes un argumento a favor de la unidad cultural tanto de universitarios como del público en general, itinerante o simplemente sibarita, que visitó las laderas, honduras y cimas de la sempiterna Arcadia.

Nos vemos en 2020

por Miguel Cabrera